Anotaciones sobre la conferencia “El orgasmo es una formación del inconsciente” de Gerard Pommier
Celebrada en Barcelona el Sábado 24 de Enero de 2015 en el Centre civic Urgell-Centre cultural Teresa Pàmies, dentro del programa de actividades de la Asociación de Estudios Psicoanalíticos Gradiva
A propósito de una formulación técnica que realiza el psiquiatra y psicoanalista francés Gerard Pommier sobre el orgasmo, trata la existencia de un tema siempre tan interesante como es el desencuentro que existe entre el deseo sexual y el amor en las relaciones de los seres humanos.
Según él esto es debido a un fallo de estructura del ser humano que complejiza las relaciones amorosas y hace que nuestra faceta afectiva sea de todo menos natural e instintivo.
El amor y el deseo en la infancia
Existen unas pulsiones sexuales en la infancia que son referidas a los padres, puesto que la sexualidad comienza muy precozmente en todos nosotros. No se trata de la sexualidad tal y como la entendemos los adultos pero si es una erogeneidad muy potente de todo el cuerpo del niño que despierta delante de unos adultos papas con una sexualidad adulta. Ésta erogeneidad es de carácter bisexual puesto que el sexo psíquico aún no está configurado. Este cúmulo de excitaciones se va a reprimir ya que el cuerpo del niño no está maduro para la relación sexual pero las fantasías generadas en esa época sí se van a preservar de forma inconsciente y condicionaran la elección de parejas futuras.
Esa época es conocida como latencia, dura desde los 5-6 años hasta la pubertad y se trata de una época fundamental para el aprendizaje humano: sin la molestia de las pulsiones sexuales, que están reprimidas, el chaval es un buen alumno que aprecia los aprendizajes sociales de la civilización y se aplica en ellos.
De esta época, quedaran en nosotros las mociones amorosas tiernas hacia nuestros padres y hermanos, mientras que las sexuales fueron reprimidas por considerarse prohibidas.
El amor y el deseo en la adolescencia
Siguiendo la evolución, en la adolescencia se va a producir el renacimiento de todas las fantasías que se generaron en la infancia con el despunte de las pulsiones sexuales que salen con todas sus fuerzas. En éste momento el cuerpo del joven está preparado para la relación sexual pero es posible que los padres pidan que postergue su consecución unos años más. Además en esa época, las mociones tiernas de nuestros sentimientos son invadidos por las antiguas de carácter sexual que salen a la luz, haciendo difícil las relaciones entre padres e hijos. También van a condicionar la vida amorosa y sexual del joven por la reactivación de mociones sexuales que fueron prohibidas en su momento.
De esta manera, la sexualidad llega o demasiado pronto o demasiado tarde en nuestras vidas, creando conflictos intersubjetivos y generacionales.
Los conflictos intersubjetivos van a nacer de esa desavenencia entre las mociones tiernas y las sexuales y podrán generar disfunciones como la eyaculación precoz en el hombre o la frigidez en la mujer y en otros casos, no generará patología pero si complejizará la vida amorosa a veces con soluciones como vidas paralelas y/o separación en diferentes personas del amor y el sexo.
Un hombrepuede amar a una mujer con la que tenga mociones amorosas tiernas, reflejando las que tuvo con su madre y hacia la que no tenga deseo sexual y necesite de la amante para tener una vida sexual satisfactoria, personaje que reflejaría el ser más lejano a la madre tierna; con ella el hombre puede tener sexo y placer.
La mujer por su cuenta podría tener sexo con el amante furtivo o en un encuentro ocasional con alguien medio prohibido y el amor marital con un hombre que a nivel de identificación le recuerde al padre; con éste será más difícil que circule el deseo sexual, que queda relegado al amante no recomendable o furtivo.
Existe también un carácter intrínseco a todas las pulsiones sexuales después de la represión de la infancia y es que todas ellas quedan tocadas por la prohibición de la fantasía del incesto con respecto a los padres.
El goce o displacer que proporciona la sexualidad siempre está condicionado por esa fuerza sexual positiva hacia el cuerpo de uno mismo o hacia el cuerpo del otro y por la presencia de culpa por el despertar de las fantasías primarias con los padres que fueron prohibidas y censuradas. Éste aspecto también dificultará nuestra relación con el deseo y el goce siempre culpabilizado.
El nacimiento de la mujer también es abordado en este libro como un devenir mujer, compartiendo un complicado espacio con la hija y con la madre en ese transcurso.
Si alguien quiere profundizar en ambos temas, le recomiendo un libro del mismo autor de la conferencia dónde se desarrolla la teoría de la desavenencia entre deseo sexual y amor y la patología clínica que produce; también sobre el proceso de “devenir mujer”.
El libro se llama: “¿Qué quiere decir hacer el amor?” de Gerard Pommier de la Libreria Paidós.
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