“Cenicientas de lo social”
La fibromialgia es hoy en día una enfermedad frecuentemente diagnosticada en los servicios de reumatología de los hospitales.
Según datos de la Sociedad Española de Reumatología, se produce entre el 2% y el 6% de la población general, sobre todo mujeres. Es tan poca la prevalencia de esta enfermedad en varones que podría considerarse una enfermedad de mujeres.
Para dar un diagnóstico de fibromialgia, el profesional va a realizar una exploración en la que se deben cumplirse unos parámetros: dolor al presionar unos puntos determinados del cuerpo, en concreto, 11 sobre 18 puntos en total. Estos puntos suelen ser zonas articulares, es decir zonas de confluencia entre las diferentes articulaciones del organismo.
El dolor es descrito como dolor, otras veces como sensación de quemazón, a veces hormigueo. Es de carácter difuso y es móvil, de manera que ahora se manifiesta en una zona y luego se traslada a otra.
En otras ocasiones, se añaden síntomas como enrojecimiento de la piel o trastornos emocionales como ansiedad o depresión.
Como psicólogos nos interesa la vivencia emocional de estas personas y todo aquello que explican de sus dolores. Puedes leer el artículo sobre la fatiga crónica que publicamos hace unas semanas, que está muy relacionado con la temática de este que nos ocupa hoy.
¿Qué descubrimos cuando las pacientes con fibromialgia hablan?
Relatan su historia a quien quiera escucharlas, médico o psicólogo.
Una paciente, una historia:
“Nacida la mayor de los hermanos, cuida del hogar mientras su madre se va embarazando. Debido a ello deja de ir a la escuela y por ello, apenas conseguirá saber leer y saber escribir.
El contexto es gris, toda la infancia transcurre en la larga posguerra. En casa se oyen las diferentes neurosis familiares en el discurso de su abuela y de refilón, en el comportamiento de su padre, parece que también hay algunos tabús y bastantes vacíos de conocimiento de algunos hechos sucedidos.
El padre trabaja para mantener a la familia pero jamás es tierno con ella. Sus muñecas son sus hermanos. De su madre oye quejarse: “éste es el sino de las mujeres, es lo que tiene ser mujer, mejor cállate, mira tu padre lo que me hace”.
De jovencita, emigra a otra región del país más próspera y continúa trabajando duro, nunca estudia su vocación, quiere ser enfermera. No lo hará jamás.
Inaugura una familia, otra historia de cuidados, amor y sacrificio hacia los otros. De repente un día, delante de una pérdida o de un golpe del destino, el sentimiento puede más que nada por fin, más que las convenciones, más que los otros, más que lo que se debe hacer y algo se rompe, algo que nace de una injusticia antigua, de una falta, de un enigma, de una incomprensión.»
Por fin estalla un dolor guardado, ya no se puede levantar del sofá, el dolor se mueve por todo el cuerpo, imposibilita hacer nada, ya no puede responder a la demanda de los otros… el dolor cubre el cuerpo… el médico hace el diagnóstico de fibromialgia.
El diagnóstico más allá del impacto inicial, tranquiliza a muchas pacientes. Se resignan a ella, convirtiéndose al mismo tiempo en grandes luchadoras contra una sociedad que se resigna a reconocerlas como enfermas. Esa es su lucha hacia afuera.
Su lucha hacia adentro queda por hacer y han de saber buscar quién las puede escuchar sin poner en cuestión su dolor y hablar sobre la injusticia sufrida, los roles injustamente repartidos, los tiempos perdidos.
Mujeres sin tiempo, sufren en su cuerpo el malestar de la feminidad en lo social de su época.
Para una descripción médica más detellada de la enfermedad recomiendo visitar la página de la Sociedad Española de Reumatología.
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