Como dicen multitud de voces, los hijos en edad de crianza son una ocupación permanente y cuando las cosas no van bien o estamos angustiados por su crianza, una preocupación dolorosa.
Cuando se hace necesario un tratamiento psicológico para el hijo porque algo no va bien, toda la familia suele estar implicada en el problema. Es probable que no sean conscientes de ello y por ese motivo, van a necesitar de la delicada y paciente orientación de un psicoanalista, no en vano es frecuente que uno de los padres decida entrar en terapia al poco tiempo de hacerlo el hijo.
Un hijo representa una creación, la realización de un ideal, el desarrollo de un rol esperado, un deseo para los padres, en fin, un plus para el narcisismo de éstos.
Este entramado del padre y de la madre al que vienen los hijos al mundo moldeará su personalidad y complicará las cosas cuando éstas no vayan bien. En este entramado hay una parte consciente y una parte inconsciente.
Existe una relación de la crianza de los hijos con la infancia propia de ellos que muchas personas intuyen pero que es difícil de captar por sus conexiones inconscientes. Se trata del espejo que son los hijos de uno mismo en su infancia con sus propios padres. Es decir, somos padres como fuimos hijos y somos padres como vivimos a nuestros propios padres.
En cuantas ocasiones, uno dice: «esto que yo sufrí de mi padre o de mi madre, no lo haré con mis hijos…» y uno se encuentra haciéndolo de forma automática y sintiéndose mal por ello.
Cómo nos condiciona nuestra infancia de forma inconsciente en la crianza de los hijos
La angustia delante de la escuela, al comienzo de las clases no sólo se angustian los hijos, se angustian los padres. No empatizar con la angustia de los hijos hace que nos enfademos con ellos, esperando que se comporten correctamente.
Un cierto análisis de qué es lo que nos angustia a los mayores nos haría entenderles mejor, porque seguramente evoca nuestras propias separaciones infantiles. Este análisis es muy recomendable para solventar mejor ese paso y hablarlo con el chico por pequeño que sea.
La frustración cuando el hijo no es lo que esperábamos, posiblemente esté sucediendo de forma inconsciente una frustración infantil del padre o de la madre proyectada en el hijo/a y que suele tener que ver con los propios padres del adulto. Habría que identificarla para no perjudicar al chico.
Un hijo, dos hijos, tres hijos… ¿cuántos hijos quiero tener? Suele ser una decisión muy condicionada por la propia infancia:
Si uno fue hijo único y le fue bien, posiblemente quiera tener un solo hijo. Si le fue mal, querrá tener más de uno. De la misma manera en caso de varios hermanos.
Un único hijo tendrá la ventaja de no compartir a los padres (aprenderá a compartir en el cole, con los amigos) pero soportará por ese mismo motivo en su sola persona los ideales y expectativas de los papás. Varios hijos, sin embargo, se ayudan con las cargas de los papás, pero tendrán que compartir su amor y su atención.
Respecto a la parte inconsciente, se puede pensar en la soledad de la infancia y querer contrarrestarla teniendo más hijos; o se puede querer cumplir un rol de madre del tipo cuántos más hijos, más madre; o tal vez, se busque hacer felices a los abuelos, sobre todo si estos están un poco tristes, dándoles más nietos, o más nietos que el hermano, tener más hijos para construir un proyecto de vida, etc… en cada caso variará.
La parte inconsciente de la maternidad y de la paternidad se debe analizar cuando el pequeño de la familia sufre. Conociendo lo que está implicado del inconsciente de los padres en ese hijo, se puede descargar al pequeño de cargas que corresponden a los adultos.
Psicólogos en Barcelona – Susana Gracia – Especialista en psicoanálisis