A veces, las mujeres pensamos que “lo tenemos más difícil” y que es mayor la carga social de los estereotipos de género en nuestras vidas. Cuando los cumplimos sentimos que hacemos un camino marcado por otros y que no acaba de responder a nuestros deseos. Sería aquello de “lo hice porque lo tenía que hacer o era lo que se esperaba de mí pero no sé si es lo que yo quería o no me hace feliz”. Y cuando no los cumplimos, sentimos la feroz culpa, dispuesta a hacernos experimentar la amenaza de la pérdida del amor de los otros.
Es cierto que no nos resulta fácil discriminar entre lo que deseamos hacer en nuestras vidas como mujeres y los imperativos del género femenino de nuestra sociedad, ya que ambos conviven en nuestro interior desde pequeños y su interrelación conformará nuestra futura personalidad.
El mandato de género..¿Cómo se produce esta inscripción de las normas sociales en los ideales que conformarán nuestros deseos futuros?
Es a través de la relación temprana con los padres que nos hacemos seres en femenino o en masculino a lo largo de un proceso de construcción de la personalidad que transcurre desde los 0 años hasta los 5 años de edad, aproximadamente. Sobre esa edad quedará determinada nuestra identidad de género y nuestros ideales amorosos.
El nudo del proceso se desarrollará en el denominado “Complejo de Edipo” como momento culmen de todo un mundo de sentimientos que los infantes dirigen hacia sus padres, entre los cuales estarán los de carácter amoroso pero también los agresivos. Al mismo tiempo, con estos sentimientos se jugará toda una suerte de identificaciones que, interrelacionadas entre ellas bajo la fórmula personal e intransferible de cada uno de nosotros, producirán los ideales de la persona y sus preferencias y necesidades emocionales para toda su vida.
Igual que los padres son figuras de referencia y autoridad en la infancia, las restricciones, mandatos e idealizaciones que haya generado la relación con ellos quedarán sumergidos en nuestra vida inconsciente y conformarán una nueva subjetividad con sus ideales y sus prohibiciones. Se trata del nacimiento de una estructura inconsciente que nos acompañará toda la vida y será la responsable de sentimientos como la angustia y la culpa. Se denomina Superyó.
Esta nueva instancia medirá continuamente nuestro nivel de consecución de las diferentes metas que nos hayamos ido planteando en nuestra vida y que vendrán generadas por nuestros ideales de la infancia, produciendo sentimientos de culpa delante de su incumplimiento. De esta manera, gracias al Superyó de cada uno de nosotros, se preserva el orden social de la manera más eficaz: en el interior de cada uno se librará la batalla entre las normas sociales y los deseos individuales y el superyó hará de policía interior.
Ello generará algunas contraprestaciones para la persona, entre las cuales se encontrarán los sentimientos de culpa y el moldeamiento de los géneros. También se producirán beneficios: una pervivencia de la especie y de nuestra vida en sociedad, vida de lenguaje y cultura para la especie humana.
Estos ideales sociales van a ser transferidos sobre todo por la madre en los primeros años. Sin embargo, ella realizará su propia lectura de ellos y ésta no será simple, estará condicionada por sus experiencias, las de otras mujeres familiares o cercanas, constituirá los contenidos de un modelo de feminidad que después también recibirá los contenidos del padre de la futura mujer. De esta manera, se trasmiten “pensamientos adecuados de todas esas mujeres”, “reacciones emocionales adecuadas” para ser mujer que la niña hará suyos.
¿Cuáles son esos pensamientos y reacciones emocionales adecuadas que espera la sociedad de las actuales y futuras mujeres?
El principal mandato de género para las mujeres actuales son el cuidado de la vida y la salud de las relaciones.
El hecho de que una mujer sea nuestra madre y sea ella quien nos traspase este mandato de género hace que esté especialmente cargado de afecto para nosotros, pues en sus cuidados nos fue la vida cuando éramos bebés. Por ello, la madre es nuestra principal figura de afecto aunque también será la principal generadora de frustración e insatisfacción sobre todo en la pubertad donde necesitamos separarnos de ella y ser diferentes. Esa compleja relación nos generará fuertes sentimientos de ambivalencia.
El fenómeno de cuidar y ser cuidada quedará fuertemente marcado como nuclear de la identidad femenina a pesar de que socialmente sea poco valorizado.
Y cambiará de escenario en las futuras parejas de la niña, en las cuales se producirá el reclamo emocional de ser cuidada y ella también cuidará como rol fundamental. Por ser un mandato materno se podrían repetir con estos nuevos partenaires las mismas ambivalencias que se tuvieron con la madre.
La importancia de ese rol hace que las mujeres estemos hipervigilantes ante todos nuestros vínculos ya que implica partes de nuestra identidad y autoestima. Por ello, buscaremos que nos quieran….en todas partes…en casa…en el trabajo…con las amigas…las vecinas…
Y para ello cuidamos, a veces de forma maternal, en relaciones que no son de carácter filial, lo cual también puede sobrecargarnos con obligaciones añadidas que suelen ser fuente de conflictos.
No cumplir con el cuidado de la salud de las relaciones con complacencia y sin hostilidad -que sigue fuertemente censurada para la mujer-, querer cuidar pero no saberlo instrumentar o estar/vivir sola, puede conducir a una baja autoestima y a sentimientos de inferioridad por la culpa de no satisfacer los ideales sociales/familiares padeciendo por ello la pérdida del amor de los demás.
Es por ello que las mujeres se sienten atrapadas en vínculos que por una parte las refuerzan y, por otra, se sienten abusadas y/o conflictualizadas en intercambios no correspondidos.
Todo este entramado produce fuertes impactos en la construcción de la subjetividad femenina generando posibles focos de conflicto y de sufrimiento futuros.
Pero esto no siempre es así… ni se manifiesta de la misma forma durante todo el tiempo. La mayor parte de las mujeres nos las arreglamos con estas luchas internas y los desencuentros que nos provocan pero es cierto que, a veces, es complicado para las mujeres disfrutar de una paz interior y de un sentimiento de bienestar cuando no se consigue controlar estas tensiones…no?
Fuentes consultadas para la realización del artículo:
- “El yo y el ello y otras obras” Sigmund Freud. Amorrortu Editores (2006)
- “El Superyó femenino” Nora Levinton Dolman. Biblioteca Nueva (2000)
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