Psicólogos y los Psiconalistas tenemos objetivos diferentes:
Para el psicólogo, la curación es la eliminación del síntoma que aqueja a la persona. Con ello, la terapia ha finalizado. Mientras, la persona puede ser considerada un enfermo o que padece un trastorno psicológico.
Para el psicoanalista, la transformación subjetiva de la persona será el principal objetivo del tratamiento, en ese transcurso, desaparecerá el síntoma de forma secundaria al tratar el nudo subjetivo que lo provocaba. El psicoanálisis no considera a los pacientes enfermos sino personas que sufren y que quieren cambiar eso.
Es importante trabajar sobre el mundo psíquico de la persona, pues es en él dónde el síntoma tiene su sentido propio y único, no significa lo mismo un síntoma en una persona que en otra.
También se trabaja sobre el nudo que es el síntoma porque si no se produce el riesgo de reaparición, bajo la misma forma o bajo otra diferente. Por ejemplo, alguien que padece ataques de pánico durante una época, va al psicólogo y queda satisfecho porque elimina ese síntoma mediante la terapia pero al cabo de un tiempo va a desarrollar una fobia, porque el problema profundo que lo provocó ha permanecido sin descubrir ni tratar y seguirá actuando.
La curación para el psicoanalista se produce con la modificación psíquica de la persona, esto le permitirá vivir bien al saber manejarse mejor con los malestares inherentes a la propia vida.
Con métodos diferentes y alguna semejanza:
El psicólogo y el psicoanalista trabajan ambos con la palabra pero el psicoanalista además trabaja con la escucha del inconsciente de la persona. Este método se llama asociación libre y permite a la persona escucharse “asociar pensamientos libremente”. Con ello, la persona y el psicoanalista accederán a los pensamientos inconscientes que están en la raíz del malestar actual. En este artículo de nuestro blog se analiza con más profundidad el tema de la interpretación de los sueños, por ejemplo.
El psicólogo pretenderá fortalecer el yo del paciente, es decir, la voluntad y la autoestima para poder controlar y gestionar el malestar que aparece en su vida sin poner el foco en su origen profundo ni querer transformarlo, ya que no lo consideran operativo. Esto lo realizará con ejercicios, orientaciones y apoyo moral para reforzar el control sobre las emociones. Reforzará por ello las fantasías de la persona respecto a que puede llegar al control de la mayoría de sus emociones y reforzará la ilusión de que es posible no sufrir con los avatares de la vida.
Tanto el psicólogo como el psicoanalista precisan de un fuerte compromiso de la persona con su tratamiento psicológico para que éste produzca efectos.
Ninguno de los dos puede dar medicación psiquiátrica, sólo lo puede hacer el psiquiatra.
El psicoanalista no diagnostica, no clasifica ni generaliza. No se adhiere a etiquetas diagnósticas como el DSM-5. Los síntomas no se explican por sí mismos, hay que conectarlos con la estructura subjetiva del paciente para saber sobre ellos. Para un psicoanalista la singularidad del caso es esencial.
El psicólogo necesita diagnosticar el caso para saber qué tratamiento debe aplicar. Puede llegar a utilizar herramientas diagnósticas en las primeras visitas ya que necesita saber del diagnóstico para decidir la intervención que propondrá. Estas herramientas son los test para evaluar diferentes aspectos de la personalidad según estándares. También, utiliza manuales diagnósticos y realiza con ellos un diagnóstico a partir de la descripción de los síntomas.
En un psicoanálisis, la persona debe dejar su posición pasiva para pasar a aceptar la responsabilidad subjetiva delante de lo que le pasa; éste paso es primordial, sin él no se producirá ninguna transformación subjetiva de la persona ni ninguna mejora. El psicólogo también aspira a que el sujeto reconozca y asuma su problema para poder comenzar a cambiarlo pero desde una posición voluntariosa que pretende controlar el malestar, no le interesa averiguar la verdad que está oculta en el problema que hace sufrir.
Existen diferencias en el mismo lugar del tratamiento:
El psicoanalista trabaja con el diván: cuando la persona se ha comprometido con su tratamiento e inicia el proceso de revisión de su subjetividad conviene pasar a trabajar en el diván, ya que así se consigue una posición que ayuda a reelaborar y reflexionar sobre uno mismo sin la presión de la mirada del otro.
El psicólogo no utiliza el diván.
El psicólogo puede trabajar on-line, de hecho, hoy en día está cada vez más en boga. A pesar de las facilidades que aportan las nuevas tecnologías a nuestra vida, un tratamiento psicoanalítico no se puede hacer de forma on-line ya que no se puede captar la parte inconsciente del discurso del paciente si éste no comparece físicamente a sus sesiones. Es imprescindible ese contacto semanal para que pueda producirse la transferencia entre paciente y psicoanalista.
Y las diferencias en la formación entre psicólogos y psicoanalistas:
El psicólogo precisa de una licenciatura en psicología pero en la actualidad no se le requiere haber pasado por un proceso terapéutico o un análisis propio, fenómeno fundamental para conocerse a sí mismo y no confundirse entre lo que le pasa a él con lo que le pasa a sus pacientes, de esta manera los podrá acompañar en ese mismo proceso de conocimiento que él realizó. Aun así, hay muchos psicólogos que se preparan realizando una terapia.
El psicoanalista no ha cursado necesariamente estudios de psicología, pero han realizado un análisis propio con algún profesional durante años, de esta manera puede orientar a las personas en esa misma situación aunque la mayoría de psicoanalistas somos psicólogos.
El psicoanalista está toda su vida profesional formándose, es probable también que haga varios tratamientos psicoanalíticos él mismo con diferentes profesionales para su higiene mental, pues puede llegar a afectarle su trabajo al trabajar con emociones intensas y problemáticas. Realizará durante toda su vida profesional supervisiones con otros profesionales para conseguir mejorar su atención a determinados pacientes.
El psicoanálisis no se ofrece a enfermos en el sentido médico de la palabra sino a quienes por voluntad propia quieren revisar y cuestionarse como sujetos para sufrir menos y con el ánimo de vivir mejor.
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Susana Gracia, Psicólogos Barcelona